Noviembre

 

Mi experiencia en el retiro de voluntariado en Costa Rica

 

Viajar a Costa Rica para participar en el retiro de mi voluntariado fue, sin duda, una de las experiencias más inolvidables de mi vida. Desde el primer día, tuve la oportunidad de aprender, convivir y compartir con jóvenes de distintos países, cada uno aportando su cultura, sus ideas y su forma de ver el mundo. Esa diversidad hizo que cada conversación fuera enriquecedora y que cada actividad se sintiera especial.

 

Uno de los aspectos que más disfruté fue la gastronomía costarricense. Probé platos como los huevos rancheros, el tradicional gallo pinto, las deliciosas pupusas y una variedad de postres que me encantaron. Cada sabor era una expresión de su cultura: sencilla, cálida y llena de vida.

 

Y es que “pura vida” es más que una frase en Costa Rica; es una manera de vivir y sentir. El país transmite una energía apasionada, con paisajes que dejan sin aliento y una riqueza natural sorprendente. Durante el viaje, visitamos la playa, el volcán Irazú, y otros lugares hermosos en la provincia de Cartago. También recorrimos el mercado de artesanías en la provincia de San José, donde pude conocer más de cerca el arte y la creatividad de su gente.

 

Una parte muy especial del retiro fue la visita a una iglesia presbiteriana local. Los niños estaban llenos de alegría, y las dinámicas que hicimos con ellos fueron divertidas y muy significativas. Pasamos un tiempo increíble juntos, lleno de aprendizaje, risas y compañerismo.

 

Gracias al programa, esta fue la primera vez que salí del país. Y, sobre todo, doy gracias a Dios, porque Él es quien ha permitido que viva momentos tan importantes y que disfrute de experiencias que marcan mi vida y fortalecen mi propósito.


Imagen: Iglesia Presbiteria local de Sabanilla, Costa Rica.
Fotografía: Jenny Valles









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