Mi experiencia
en el retiro de voluntariado en Costa Rica
Viajar a Costa Rica
para participar en el retiro de mi voluntariado fue, sin duda, una de las
experiencias más inolvidables de mi vida. Desde el primer día, tuve la
oportunidad de aprender, convivir y compartir con jóvenes de distintos países,
cada uno aportando su cultura, sus ideas y su forma de ver el mundo. Esa
diversidad hizo que cada conversación fuera enriquecedora y que cada actividad
se sintiera especial.
Uno de los aspectos
que más disfruté fue la gastronomía costarricense. Probé platos como los huevos
rancheros, el tradicional gallo pinto, las deliciosas pupusas y una variedad de
postres que me encantaron. Cada sabor era una expresión de su cultura: sencilla,
cálida y llena de vida.
Y es que “pura
vida” es más que una frase en Costa Rica; es una manera de vivir y sentir. El
país transmite una energía apasionada, con paisajes que dejan sin aliento y una
riqueza natural sorprendente. Durante el viaje, visitamos la playa, el volcán
Irazú, y otros lugares hermosos en la provincia de Cartago. También recorrimos
el mercado de artesanías en la provincia de San José, donde pude conocer más de
cerca el arte y la creatividad de su gente.
Una parte muy
especial del retiro fue la visita a una iglesia presbiteriana local. Los niños
estaban llenos de alegría, y las dinámicas que hicimos con ellos fueron
divertidas y muy significativas. Pasamos un tiempo increíble juntos, lleno de
aprendizaje, risas y compañerismo.
Gracias al
programa, esta fue la primera vez que salí del país. Y, sobre todo, doy gracias
a Dios, porque Él es quien ha permitido que viva momentos tan importantes y que
disfrute de experiencias que marcan mi vida y fortalecen mi propósito.
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| Imagen: Iglesia Presbiteria local de Sabanilla, Costa Rica. Fotografía: Jenny Valles |


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