Octubre

 

Es el segundo mes de mi voluntariado, y tuve la oportunidad de vicitar al distrito de Namora, Ubicado aproximadamente de 20 kilómetros al este de la ciudad de Cajamarca Perú. Allí conocí a varios niños muy tiernos, llenos de energía y curiosidad por aprender. Desde aquel día, mi compromiso con ellos creció aún más. Ahora les vicito cada semana para compartir tiempo, juegos y enseñanza, y cada visita se ha convertido en una fuente de alegría y crecimiento.

Los niños de Namora me reciben siempre con una sonrisa sincera. Se emocionan cuando saben que tendremos una nueva clase, y me llena de satisfacción ver cómo los niños reciben el mensaje de las buenas nuevas.
Cada encuentro con ellos me recuerda que enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino también brindar esperanza y acompañamiento. A veces basta una palabra de ánimo o una pequeña historia para encender en ellos el deseo de superarse. Y aunque soy yo quien va a enseñar, siento que en realidad aprendo tanto como ellos: aprendo de su sencillez, de su gratitud y de su manera tan pura de ver la vida.

Durante este tiempo he confirmado que el voluntariado es un camino de amor al prójimo. Ver a estos niños felices, aprendiendo y confiando en su propio potencial, me motiva a seguir adelante. Cada semana trae nuevos retos, pero también nuevas razones para agradecer a Dios.

Confío en que Dios seguirá guiando este camino, permitiéndome seguir sembrando semillas de fe y esperanza en la vida de estos niños. Porque enseñar sobre Él no solo cambia sus vidas… también transforma la mía.






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