Es el segundo mes de mi voluntariado, y tuve la oportunidad de vicitar al distrito de Namora, Ubicado aproximadamente de 20 kilómetros al este de la ciudad de Cajamarca Perú.
Allí conocí a varios niños muy tiernos, llenos de energía y curiosidad por
aprender. Desde aquel día, mi compromiso con ellos creció aún más. Ahora les vicito cada semana para compartir tiempo, juegos y enseñanza, y cada visita se ha
convertido en una fuente de alegría y crecimiento.
Durante este tiempo
he confirmado que el voluntariado es un camino de amor al prójimo. Ver a estos
niños felices, aprendiendo y confiando en su propio potencial, me motiva a
seguir adelante. Cada semana trae nuevos retos, pero también nuevas razones
para agradecer a Dios.
Confío en que Dios seguirá guiando este camino, permitiéndome seguir sembrando semillas de fe y esperanza en la vida de estos niños. Porque enseñar sobre Él no solo cambia sus vidas… también transforma la mía.




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